domingo, 26 de julio de 2009

El cine japonés: Edogawa Rampo


Tópicamente a lo desconocido se le tiene miedo y a lo incomprendido se le tacha de demente. La cultura japonesa presa de estos tópicos, cada día pasa a ser más conocida y trascendente, pero igual de incomprendida, siendo lógica la perdida del miedo infundado, pero constituyendo aun, por incomprensión, el tópico de la locura. En parte, esa incomprensión es a causa del desconocimiento, y uno de los aspectos culturales que lo alimentan, que aun permanecen excesivamente ocultos hacia occidente, ha sido la literatura, uno de los pilares para comprender una sociedad.


Edogawa Rampo, es uno de esos autores, ya contemporáneos, que han conseguido difundirse mas allá de su país, debido a la perdida de perjuicios exteriores y, también, propios, gracias a la ocupación en cierta medida, y a la influencia de otros autores occidentales después de siglos de ofuscación e inquisición frente a cualquier aspecto cultural ajeno. Su propio seudónimo da fe a ello, es la aplicación fonética de Edgar Alan Poe en japonés, con el que deja patente su máximo mito literario y un camino atormentado, al dedicarse exclusivamente a los relatos de terror y misterio. No por ello estos dejan de estar fuertemente marcados por su propia cultura, la que siempre tiende a lo grotesco, desde su mitología procedente de la religión sintoísta, a los siniestros cuentos populares, hasta la pictórica apocalíptica y erótica de Hokusai. De ahí que él mismo instaurara un genero propio denominado erótico grotesco (ero-guro), recreándose en relatos de realismo fantástico turbadores, sustentados por lóbregos personajes repudiados por la sociedad, en grotescas historias de horror y misterio, con malsanas tendencias fetichistas y particulares fabulaciones decadentistas sometidas a toda dualidad obscena. Debido a ese desconocimiento de la literatura japonesa que padecemos, es muy difícil achacarle las influencias de sus análogos, siendo lo mas sencillo dar por sentado que sus máximas influencias han sido en su mayoría autores occidentales, como el por descontado ya nombrado Poe, Sade por razones evidentes o Arthur Conan Doyle, sea por su relatos de terror como por su novela negra -de la que Rampo incluso erijo con naturaleza perversa un detective propio para su universo, el incisivo Kogoro Akechi-. También es complicado ver referencias culturales en su narrativa, ya que no están excesivamente presentes más allá de las simplezas costumbristas. Cosa que posiblemente sea por culpa de la traducción, la que muchas veces él mismo revisaría para su edición en otros países, intentado hacer sus obras más occidentales y por ende compresivas para el resto del público. De todas formas la edición de estas han sido las menos, siendo prácticamente imposible disfrutar de sus obras como se merecería, estando muchos sus relatos más emblemáticos aun inéditos en varias lenguas. En castellano solo se encuentra su primera selección de relatos para el extranjero, editada bajo el titulo de Relatos Japoneses de Misterio e Imaginación.
Hirai Taro, que es el nombre real de Rampo, antes de conseguir ser ciertamente reconocido en el resto del mundo por su imaginación literaria, tuvo que cultivar la fama en su país natal cual escritor pulp, editando sus cuentos en diversas publicaciones de género, inicialmente policíacas, cosa que acabo llevándole, tras varias trabajos para subsistir, inmersiones en el mundo del periodismo y labores como editor de diversas publicaciones, ha dedicarse enteramente al oficio de escritor. 




Tras consagrarse con la novela corta Black Lizard y varios relatos con mayor trascendencia, la notoriedad de sus incómodas historias le acabó costando padecer la condena de la censura. Concretamente con su obra La Oruga, la que trata sobre un militar tullido de guerra, sordomudo, que había perdido las piernas y los brazos siendo reducido a un mísero tronco, para acabar rendido a ser objeto de juegos macabros por parte de una insidiosa esposa, presa enajenada de la tragedia. Esta fue tachada de antibelicista en épocas convulsas como las de la segunda guerra mundial, algo que evidentemente no hizo mas que acrecentar su mito de cara al extranjero, aunque también por contra acabó obligándole ha dejar paulatinamente la publicación de nuevos relatos en su país tras la finalización del conflicto, el que conllevó indeleblemente la derrota del país nipón, con el desencadenante de una gran perdida de su identidad propia.
Tras su muerte, en los años sesenta, ya como una figura literaria totalmente instaurada en el retiro, es cuando se comienzan a notar sus influencias, que son muchos más proclives a su valoración por la eclosión que supusieron culturalmente. Quien mejor las captó en esencia fue el manga, autores como Suehiro Maruo o Hideshi Hino -el que también lo hizo desde su bizarro cine- entre otros, han sido herederos extremos del erótico grotesco grafico, logrando exportar a éste internacionalmente gracias a la popularidad del medio, y rompiendo desde la provocación todas las barreras de un producto de reclamo exótico pero relegado a un mainstream mercantilista.

También merece una mención especial el fotografo Nobuyoshi Araki, un artista con pasión por el bondage, que tras un aspecto de viejo verde, guarda todo un talento para inmortalizar en imágenes lo que bien podrían ser la escenas mas concupiscentes de Rampo, y que bien le han valido una fuerte censura en su país.
Pero sin duda el cine, siempre renovado e inductor de culturas, ha sido quien ha sacado más partido de su obra y la ha dado más a conocer. Debiéndosele reconocer también que, con el tsunami de información que nos azota, ha terminado siendo el medio mas substancial desde el que poder conocer sus historias, o mas bien como han sido tratadas.

El que más se ha apoyado generacionalmente en él ha sido el cine clásico, por cuestiones evidentes. En director Yasuzo Masumura era uno de los adeptos a la inventiva de Rampo, cosa que demostró desde Manji, planteando un triangulo amoroso que diera lugar al crimen perfecto -obsesiva en la obra de Rampo-, hasta el doppelganger –otra de sus constantes- tatuado de Irezumi. Pero su mayor ofrenda fue sin duda cuando creó no sé si su mejor adaptación, ya que desconozco el relato original, pero si la mejor película sobre un relato suyo que conozco con Blind Beast. Una historia sobre un escultor ciego, como no perturbado, que secuestra jóvenes modelos a las que palpar para poder realizar grotescas obras que le procuren mediante la sinergia sus placeres ocultos, buscando así un alma gemela que culmine finalmente su mimetismo sádico.
Historia que también adaptó Teruo Ishii en sus últimas épocas, en una suma de este con otro relato sobre un enano que comente crímenes pasionales. Resultando una cinta de carácter algo decrepito, pero que no abandonaba su pasión por el autor, la que demostró a lo largo de toda su filmografía tocando siempre lo grotesco, lo erótico y lo bizarro en sus películas, desde las fantásticas, a las ambientadas en la inquisición, hasta las épicas. Y que entre todas ellas se encuentra otra adaptación directa, Horrors of Malformed Men, otra muestra de su excéntrica como director de estudio, sobre un personaje enajenado por su deformidad y por la incomprensión de quien le rodea y de su arte. Otro director clásico de renombre como Kinji Fukasaku, se atrevió con la adaptación de su obra mas relevante, Black Lizard, una nueva aventura del detective Akechi, en la que puso en el asador toda la turbación de la historia criminal en la psicotrónica, e incluso ofreció un papel al mismísimo Mishima en ella.
También quepa mencionar Watcher in the Attic, un roman porno, el genero erótico que producía el estudio Nikkatsu como respuesta al auge de producciones del tipo por parte de otros estudios como el pinku eiga o el pinky violence, y que posiblemente sea la mas significativa en su genero. Una obra sobre temas recurrentes en la lírica perversa de Rampo, que desde la guiñolesca erótica, trata el voyeurismo, la suplantación o el hedonismo de la clase alta. No deben olvidarse otros directores independientes, y esto para según que décadas, dado el contexto, es mucho decir, como Toshio Matsumoto, que con el sorpresivo desenlace de Funeral Parade of Rose o el tétrico cuento tradicionalista de Shura, revelaba similares directrices. O Wakamatsu, que con sus producciones de guerrilla, plagadas de pinku eigas planfetarios y reivindicativos transitaba con muchas constantes de la erótica y la funesta del autor.


Presentemente su obra está a punto de ser tratada por occidente, pero la mas reciente adaptacion sobre cuatro relatos suyos fue la imejorablemente llamada Rampo Jigoku (el infierno de Rampo), que adoptó el titulo internacional de Rampo Noir, una errática traducción, a la que al menos debe reconocérsele el abocar cierto juego de palabras con el cine polar francés por la tendencia del autor por este tipo de historias. En ella un numero homónimo de directores se encargan de dar vida a sus relatos, que desfallecen en cierto pretencionismo, con la perdida de nitidez de unas historias que desean una ejecución mas simple y efectiva, cayendo en una búsqueda de la onírica y una preocupante perdida de su premisa narrativa. Abre un inicial relato sui géneris, incomunicado, de pocos minutos, que bien ejemplifica lo comentado anteriormente. Al que le sigue quizás la porción mas justa, sobre un asesino fetichista de los espejos perseguido por el Detective Akechi -la que sea dicho, si se trata de el relato El Espejo incluido en uno de sus libros, nada tiene que ver, por la presencia del investigador y por la sucesión en si, siendo, sobre decir, la presuntamente original mucho mas sublime, sobretodo en su reflexión final-. Una adaptación de La Oruga, que aturde simplemente por su contundencia, pero que realmente está mas decidida por su estética postindustrial que por la historia postrada en si, es la penúltima. Finalizando, con un imposible e ilusorio amor postmortem de redundancia cíclica y que sirve para lucimiento personal de Asano.
Otros Cineastas contemporáneos como Tsukamoto, Takashi Miike o Shunji Iwai, así como gran parte del j-horror impuesto en esta última década, lo han usado también como influencia directa o indirecta. Tsukamoto, que curiosamente últimamente muestra un insistente interés por el cine detectivesco con sus Nightmare Detective, una serie de películas de intriga paranormal que recuerdan a las peripecias del detective más famoso de Rampo, incluso adaptó su relato de Los Gemelos en Gemini. Un intento de alejarse del cyberpunk, en el que explotó noblemente su experiencia con la performance teatral desde la estética tradicionalista policromo, trazando bien la historia, a su manera, sobre el gemelo malvado que se apodera de la vida de su hermano asesinándolo, hasta acabar perturbado por el asedio de su propia imagen, en la que ve reflejada a su gemelo.
Miike en su caso -que es todo uno- podría considerarse como un interlocutor postmoderno desde lo cinematográfico del lenguaje de Rampo, guardando las mismas ambiciones y filias por lo grotesco, con las que construye sus propias obras inherentes. Aunque si en su inabarcable creatividad una es directa de su influencia esa es la lóbrega Audition, con una nueva icónica de la mujer mantis trastornada, que tan bien protagonizaban sus historias. Shunji Iwai, a pesar de ser un director contemplativo y sin mucha revelación más allá de utilizar la crónica corriente, con obras como Picnic, destacó también cierta dualidad ramponiana, desde unos personajes enfrentados en su propia locura y deformidad existencial como pasajeros ángeles y eternos demonios de la sociedad vehemente.
Tampoco se debe olvidar la ingente producción de videos trasher, repleta de películas grotescas llenas de admirable sexo y violencia sin limites, que van desde violaciones y ejecuciones de las practicas SM menos asépticas, hasta turbulentos harakiris en plano secuencia con todo lujo de detalles, que lo preconizan desde nuevas visiones subversivas. Directores como Takao Nakano, que con su Killer Pussy, a pesar de guardar mas similitudes con el universo de Lovecraft que con el de Rampo, por lo del parasito sexual acuático, es bastamente lascivo e inherentemente especulador de lo grotesco, o Hisayasu Sato y su obsesiva por la infamia carnal rodada en video, son adalides a seguir de este underground, y ejemplos de ser los afectados pupilos de lo infame de Rampo, o de su erosión. Todo acaba conformando un abanico surgido de este autor, que da lugar parcialmente a corrientes de lo raro e incomprensible, por desconocido.

Vía Blonde Zombie